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Historias de Creadores y Artistas

Esta familia del campo colombiano creó un canal de YouTube durante la cuarentena para enseñar a las personas a vivir de su propia tierra. Ahora tienen 605 mil suscriptores

Por Tatiana Márquez

Head of Comms for Colombia, Central America & the Caribbean

Nubia y sus hijos

“Yo no quiero que esto sea solo para mí, sino para mí y todos mis amigos campesinos”: Nubia Gaona


Nubia Gaona perdió a su esposo hace dos años y desde entonces lava papas y barre escuelas para sostener a sus hijos, en una vereda en el altiplano cundiboyacense colombiano, en medio de las cordilleras. Cuando grabó su primer video para YouTube, esperaba en secreto que alguien lo viera y le donara un computador, para que los niños pudieran recibir clases virtuales en la pandemia.

Apenas una semana después de publicarlo, a través de su video se habían vendido más de 1.000 kits para sembrar huertas caseras.

No hubo necesidad de esperar un regalo. Nubia les compró portátiles a cada uno de sus tres hijos, con el dinero que obtuvo. Y también les compró smartphones. Antes compartían un celular de baja calidad, apenas la suficiente para conectarse a Internet, y descubrir lo que es ser un youtuber y soñar con convertirse en unos (cuando la lluvia se los permitía).

Eso fue hace cuatro meses, cuando empezó la Covid-19 en Latinoamérica. Hoy, al momento de escribir este blog, aquel primer video titulado ‘Familia campesina decide volverse youtuber’ suma más de 1,4 millones de reproducciones, y su canal ‘Nubia e hijos’ supera los 605 mil suscriptores.


En general, sus videos promedian las 236 mil reproducciones. Lo que resulta difícil de contabilizar son las publicaciones de su historia en medios de comunicación de todo el planeta, que van desde Telemundo y Univisión en Estados Unidos hasta la BBC de Londres.

La familia vive en la zona rural de Chipaque, un municipio ubicado al pie de un páramo en la sabana del departamento de Cundinamarca, a unos 2.400 metros sobre el nivel del mar. Apenas a una hora por carretera de la capital del país, Bogotá.

En la vereda nadie los trata como si fueran famosos; más bien, como aliados. Por eso ellos dicen que “no se la creen”, y que se sienten un poco nostálgicos de verse en pantallas de celulares, computadores y televisores.
“Lo que hemos hecho no es beneficio para mi familia sola. También hemos ayudado a varios amigos campesinos. Eso es una alegría, porque ellos también están vendiendo sus productos sin ningún intermediario”, dice Nubia.




Ella tiene 37 años y una sonrisa que parece irrompible. Tiene además una vaca flaca, algunas gallinas, 10 pollitos, una perra que se llama Luna y es la favorita de sus suscriptores, y un gallo que parece celoso y no deja de cantar al fondo cuando la escucha hablar. También tiene la determinación de graduarse como bachiller, y gracias al éxito del canal, entró a convalidar los dos años que le faltan.

Lo que Nubia no tiene es un techo propio. Ese predio en el que nació y dio a luz a sus hijos, esa casa de tablones grises donde graba sus videos, no son suyos.

“En Colombia el 90% de las familias campesinas vive en pobreza extrema y en sus cultivos se ven afectados por el precio del mercado y la alta cantidad de intermediarios”, cierra un mensaje sobre una pantalla negra en su primer video.

Esas pantallas finales con mensajes sociales son una marca que se repite en los 26 videos que han publicado a la fecha.

La idea de crear el canal fue de David, su hijo de 15 años. Él quería hacer algo que dejara una enseñanza sobre el campo. Consideraron que lo mejor era empezar con huertas caseras, pensando que, en el confinamiento, la gente podría estar interesada en cultivar en sus hogares.

“Hagamos esto viral y que nadie se tenga que ir a acostar sin comer, sabiendo que podemos cultivar nuestros propios alimentos en casa”, dice con voz entrecortada David, promocionando kits de siembra “hermosos y baratos”, por 18 mil pesos, unos 4,5 dólares.


“Y si no tiene cómo comprarlo, no te preocupe, te vamos a enseñar cómo hacerlos en casa”.

Su hermano menor, Jeimer, lloró mientras grababan ese primer video; y no es difícil imaginar que del otro lado de la pantalla suceda algo similar al verlos. Algunos lo confirman en la sección de comentarios, y otros declaran que por estos videos sí se ven todos los anuncios publicitarios.

¿Cómo lo hacen?

La cámara tiembla, desenfocada por momentos. Dos cuadros negros enmarcan la imagen. Aparecen subtítulos en un inglés no muy bien traducido. La factura artesanal solo refuerza uno de los más poderosos valores de Nubia y sus hijos: la autenticidad.

Para la grabación y montaje del canal se apoyan en el equipo de Huertos de La Sabana, un emprendimiento agrícola liderado por el bogotano Sigifredo Moreno, con el que Nubia y su esposo habían trabajado en cultivos de papa. Cultivos que fracasaron rotundamente.

Los videos los realiza Juliana Zapata, una administradora de empresas a la que siempre le gustó tomar fotos. Tiene una cámara profesional pero jamás había editado un video. “Busqué en Google: mejores aplicaciones para editar. Y todo a punta de tutoriales”, explica.

No hay guiones. Mediante un grupo de chat se ponen de acuerdo sobre los temas. Los hijos de Nubia cobran un rol protagónico, buscando la información para complementar los videos.

“Son las personas más felices en hacerlo. Lo más maravilloso para un niño es jugar con la tierra. La tierra le da a uno experiencias muy bonitas. Lo más hermoso que Dios les regaló a todos los seres humanos es el campo. Porque la tierra es lo que produce la comida”.

Nubia se interrumpe. Corre a ponerse una ruana. Se hace tarde, hace frío, y teme que se vaya la señal porque el cielo se oscureció de repente. Se conectó por Google Meets para atender la entrevista desde su celular. Sus hijos le han enseñado sobre tecnología, mientras ella les enseña amor a la tierra.

¿Y de dónde nace ese amor? ”Aprendí de los golpes que da la vida”, responde, aún sonriente.

Sin saberlo, ella y sus hijos enseñan otra cosa más con su canal: el poder de la autenticidad y el uso de herramientas tecnológicas para desatar impactos positivos en una comunidad.

Tatiana Márquez, Head of Comms for Colombia, Central America & the Caribbean